lunes, 22 de noviembre de 2010

Próxima reunión: 30 de noviembre- Historia de una maestra, de Josefina Aldecoa


Historia de una maestra
Josefina Aldecoa
Sinopsis

En 1923 Gabriela recoge su título de maestra. Es el comienzo de un sueño que la llevará a trabajar en varias escuelas rurales en España y en Guinea Ecuatorial. Historia de una maestra es la narración, hecha desde la memoria, de la vida de Gabriela durante los años veinte y hasta el comienzo de la guerra civil.
Con el trasfondo de la República, la revolución de Octubre y la guerra, esta novela rememora aquella época de pobreza, ignorancia y opresión, y muestra el importante papel de la enseñanza y de aquellos que lucharon por educar un país.
Contada desde la verdad del recuerdo, con sentimientos que apenas nos atrevemos a reconocer y desde una progresiva toma de conciencia, Josefina Aldecoa nos abre un camino a la esperanza y al idealismo.




Biografía
Josefa Rodríguez Álvarez (Josefina Aldecoa)
(La Robla, León, 8 de marzo de 1926), escritora y pedagoga española y directora del Colegio Estilo.
De familia de maestros (su madre y su abuela eran maestras que participaban de la ideología de la Institución Libre de Enseñanza, institución que nació a finales del siglo XIX con idea de renovar la educación en España), vivió en León, donde formó parte de un grupo literario que produjo la revista de poesía Espadaña. Se traslada a Madrid en 1944, donde estudió Filosofía y Letras y se doctoró en Pedagogía por la Universidad de Madrid sobre la relación infantil con el arte, tesis que luego publicaría con el título El arte del niño (1960). Durante sus años de estudio en la facultad entró en contacto con parte de un grupo de escritores que luego iban a formar parte de la Generación de los 50: Carmen Martín Gaite, Rafael Sánchez Ferlosio, Alfonso Sastre, Jesús Fernández Santos e Ignacio Aldecoa, con quien se casó en 1952 y del que tomó su apellido —pero sólo después de su enviudamiento en 1969, dejando la R. de Rodríguez (Josefina R. Aldecoa)— y con el que ha tenido una hija. Tradujo para Revista Española, dirigida por Ignacio Aldecoa, Rafael Sánchez Ferlosio y Alfonso Sastre, el primer cuento publicado en España de Truman Capote.
En 1959 Fundó en Madrid el Colegio Estilo, situado en la zona de El Viso, inspirándose en las ideas vertidas en su tesis de pedagogía, en los colegios que había visto en Inglaterra y Estados Unidos y en las ideas educativas del Krausismo, base ideológica de la Institución Libre de Enseñanza: "Quería algo muy humanista, dando mucha importancia a la literatura, las letras, el arte; un colegio que fuera muy refinado culturalmente, muy libre y que no se hablara de religión, cosas que entonces eran impensables en la mayor parte de los centros del país", y publicó en 1961 la colección de cuentos A ninguna parte. En Los niños de la guerra (1983) hizo una crónica de su generación ilustrada por semblanzas, biografías y comentarios literarios sobre diez narradores surgidos en los años 50.
En 1969 murió su marido y permaneció 10 años en los que abandonó la escritura dedicándose a la docencia, hasta que en 1981 publicó una edición crítica de una selección de cuentos de Ignacio Aldecoa. Continuó su actividad literaria con novelas como Los niños de la guerra(1983), La enredadera (1984), Porque éramos jóvenes (1986) o El vergel (1988). En 1990 inició una trilogía de contenido autobiográfico con la novela Historia de una maestra (1990), Mujeres de negro (1994) y La fuerza del destino (1997), parcialmente en respuesta al discurso político durante los años posteriores a la dictadura acerca de cómo reconstruir el sistema educativo, al que no consideraba lo suficientemente laico.
En 1998 escribió el ensayo Confesiones de una abuela, en el que abordaba la relación y experiencias vividas con su nieto. En 2000 publicóFiebre, una antología de cuentos escritos entre 1950 y 1990, y en 2002 El enigma, novela de temática amorosa.
En 2004 obtuvo el Premio Castilla y León de las Letras.
En 2005 publicó La casa gris, una obra que escribió cuando tenía 24 años en la que narra, en forma de novela protagonizada por Teresa, su vida en Londres reflejando la diferencia de España y Europa en los años 50.



ALGUNAS OPINIONES DE LA AUTORA. Extractos de algunas entrevistas.

Entonces, ¿la fundación del colegio fue fortuita?

J. A.- Totalmente. La idea de hacer este colegio a mí no se me habría ocurrido nunca, pero había hecho la carrera de Filosofía y Letras, y la especialidad de Pedagogía, luego el doctorado, y, después, estuve un año con una beca en Nueva York, por lo que tenía muy buen formación. No pensaba abrir una escuela, pero, por un lado, no podía ocuparme de mi hija, y por otro, a la vuelta de EE UU había visto colegios tan maravillosos allí -porque el año 59 de España era gris, muy cerrado y triste en todo los sentidos-, que me animé.

Sin embargo, ¿tiene vocación de educadora?

J. A.- Sí, porque ahora no hay tanto problema de colegios como entonces, sin embargo, sigue sin arreglarse bien lo de la educación y el tipo de personas que viene aquí sigue reclamando una educación laica, liberal y abierta; en definitiva, algo distinto de la educación tradicional que se impartía en España que, aunque ahora ha mejorado mucho, hay todavía un fondo de educación, que no es lo mismo que enseñanza, que es retrógrado. Actualmente, la situación ha cambiado mucho. Por ejemplo, hoy no me plantearía abrir un colegio, mientras que en aquel momento era una necesidad de un grupo de amigos. El colegio desde el principio se nutrió de gente del mundo cultural, porque mi marido era escritor y yo también, y los alumnos eran hijos de escritores, de pintores, de gente del cine, periodistas, y otras muchas profesiones, pero siempre personas muy interesadas por la cultura, que querían un lugar donde se diera mucha importancia a las humanidades. Hasta el año 75 querían que fuera una educación en libertad intelectual y en libertad mental.

¿Vivió en su carne los valores que ahora transmite? ¿Ha heredado su vocación docente?

J. A.- Mis valores y mi vocación vienen de mi formación personal, porque mi madre y mi abuela las dos eran maestras que participaban de la ideología del Instituto Libre de Enseñanza, una institución que nación a finales del siglo XIX con idea de renovar la educación en España, y luego mi madre fue maestra en la República, que fue un momento en que se dio un gran impulso a la educación con un matiz mucho más europeísta y se pretendía adelantar mucho la educación en el país, pero la etapa fue muy breve y no se logró. Por un lado, yo tenía ese mensaje personal, pero luego todo lo que había leído, todo lo que me había interesado por mi cuenta, aparte de la carrera que la hice en un momento muy retrógrado, yo leía mucho de educación y me apasionaba. Aunque nunca había pensado dedicarme a la educación y dirigir un colegio, pero como fenómeno social creía y sigo creyendo que la educación es lo más importante en un país.

Fundadora de un colegio y escritora. ¿Cuál es el oficio y cuál la pasión?

Mis cuadernos me acompañan todo el año: los de enseñar y los de escribir. Tengo 80 años y todos los días me levanto para ir al colegio. No puedo renunciar a la enseñanza, me da vitalidad. Me liga a la sociedad y a la sabia nueva. Me estimula el día a día. Me gusta tener la obligación de acudir a las aulas. Tener la oportunidad de relacionarme con los padres y las madres, con el profesorado y con los alumnos. La literatura en cambio es un trabajo solitario. Escojo el verano, que lo tengo de maestra y por lo tanto es largo, y lo dedico a ordenar todas esas notas que he ido apuntando durante el curso y que pueden terminar siendo una novela o un cuento. O nada.

Hace casi 100 años desde que Gabriela, la protagonista de 'Historia de una maestra', contó su historia. Sin embargo, en sus páginas se reconocen problemas actuales, de la mujer y del mundo de la educación. ¿Tan poco ha cambiado nuestro país?

Los procesos históricos son largos. La intención de cambio es todavía muy reciente, más si cabe si tenemos en cuenta el parón evolutivo que sufrimos durante la dictadura. Las semillas tienen que crecer y para hacerse fuertes necesitan tiempo. Los cambios que afectan a la esencia social transcurren de manera apacible. Para lograr otro sistema educativo se necesitan tres generaciones íntegras. Los albores los conocerá la madre, los encontrará la hija y los disfrutará la nieta.

¿Y en qué se fundamentan esos cambios?

Antes de nada distingamos educación y enseñanza. La educación la dan los padres. Las normas de conducta, las creencias, los principios y la ética: ahí está todo. Y se educa desde el primer año de la vida del niño. La infancia entera es decisiva, pero no podemos olvidar que ésta empieza desde el nacimiento. La enseñanza por su parte es un apoyo a la educación. Es la transmisión de conocimientos. Pero no puede sustituir, ni aunque quisiera podría hacerlo, la acción de la familia. Ambas se conjugan en procurar felicidad, y entiendo por felicidad la satisfacción de aprender a hacer algo que merezca la pena. Me da igual que sea escalar una montaña o hacer un transplante de corazón.